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viernes, 5 de septiembre de 2014

Los vestidos y el color.






 

Los vestidos y el color.
Cuando paseas por los mercados populares de Rusia, notas la vibración del color en los ojos, al instante percibes como aquellos pequeños puestos de venta se transforman en templos de la sensibilidad estética. Cada tienda tiene un producto diferente y distribuye el genero con la sensibilidad de un pintor. Todos son muy parecidos, eso me ha hecho reagrupar imágenes de mercados populares de varias ciudades.
En uno de ellos encontré una comunicante simpática, con ganas de hablar y de conocer… preguntaba y no paraba, mi procedencia, actividad, que hacía allí, si tenía familia… etc. Se llama Zenaida y es viuda (… ), eso me dijo con una generosa sonrisa. Con ello dio pie a que yo también le preguntara y así recabar información sobre un tema que no había pensado tratar; el vestido y la ropa interior de las mujeres de clase trabajadora en Rusia.
De entrada comprobé como en la ropa interior destacan los colores planos, primarios y con cierta entonación fluorescente. Es un acto de provocación en la intimidad; queda claro que no se está por ambigüedades. En los recubiertos externos destacan las armonías, las disonancias, colores fríos y cálidos, los chillones y brillantes. Las forma vegetales se han devenido en formaciones caprichosas y llegan a configurar una selva imaginaria. En una sola mirada ves que la tienda es un pequeño universo donde la abundancia de diseños; estampados, tintados y tejidos crean un jardín soñado. Las interpretaciones florales es la materia que conforma la obra; los vestidos son llamativos, sensuales, imaginativos y alegres y la regente de la tienda hace composiciones cuidadas con todos ellos.
La dependienta está dignamente sentada en un puesto irrelevante del espacio, pero cerca de la entrada, vigilante y dispuesta a hacer pedagogía activa. Cuando llega un cliente lo viste mentalmente, repasa sus formas, el color de su piel, el del pelo y los ojos… busca las concordancias para aconsejar lo que mejor le va. Después le coloca los vestidos sin sacarlos de la percha, los pinza con las manos, los acopla al cuerpo, les marca las altura, resalta la figura y prueba con otro. Al final el cliente decide, pero ella ha realizado un trabajo de muestreo en dos minutos; la compradora ya se ha hecho una idea y decide convencida que “desea comprar”.
Esos atuendos que generalmente celebran la primavera, los vemos después por la calle y en muchos casos dan gusto mirarlos...

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