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viernes, 19 de septiembre de 2014

La niebla en el río Shilka.








La niebla en el río Shilka. 
Siberia tiene un clima variado con unos extremos muy pronunciados, en verano puede haber una temperatura de más de 35 º y en invierno bajar a -35º . La humedad ambiente es alta y eso hace que por la mañana las nieblas sean la parte "soñadora" que tiñe el paisaje. Cuando esas nubes bajas se enganchan a las riveras, se deslizan por los valles y trepan por las laderas, todo el paisaje se inunda de melancolía. En ocasiones el sol ilumina con rayos rasantes algunas zonas; ¡es una Epifanía! Entonces la tristeza se hace belleza sublime, el agua es el espejo que refleja la calma, los montes se devienen en contenedores de alegría y el cielo se hace verso, realidad sensible que se replica en el suelo.
El día que hice el trayecto más largo entre Chitá y Hávarostk hubo tiempo para todo: comer, caminar por los pasillos, hablar con los compañeros y dormir en el compartimento. Al despertar del día siguiente, tumbado en la litera y con el abrupto despertar, miré por la ventana y me sorprendió gratamente lo que vi. El aliento de la tierra se elevaba por los valles de manera mansa, calmada y prodigiosa. Era el momento del alba y las sombras huían con prontitud. Entonces los resplandores del sol proyectaron una caricia que iluminó con precisión algunos tramos del bosque.
La verdad es que la velocidad del tren me impedía hacer lo que yo hubiera querido hacer con la cámara, pero no obstante fue un momento apasionante. Tumbado, acodado, incómodo y conteniendo la respiración, cabalgaba a lomos del tren y del azar. Sin perder un momento deseé mantener quietos aquellos zarandeos y disparar el obturador tantas veces como fue posible. Con cierta frustración vi que no podía hacer gran cosa, estaba sujeto a los encuadres que me dictaba la ventanilla del tren y a la velocidad endemoniada de aquel tramo. Cuando veía "la foto" ya se había pasado el soplo de la imagen. Allí la capacidad de anticipación se agotaba cada milésima de segundo. En aquella situación tenía sentido lo del “instante decisivo” no por lo que podías ver por la ventana, si no por lo que te dejaban hacer, lo que “podías” atrapar con la cámara en aquellos momentos azarosos…
La vía del tren lleva un trazado paralelo al río Ingoda. Este río se une más adelante el Ohon y juntos forman la gran vega del Shilka. Con este nuevo nombre el río hace de frontera con China, durante cientos de kilómetros es la barrera natural de dos mundos. Mirando por la ventana vi como el agua se hacía vapor, como esta desdibujaba dulcemente el paisaje y me borraba el país de los mandarines.
Todos los elementos juntos se combinaron en una visión emocionada, un instante amable que se devino en “realidad estética”. Fueron minutos de pertenencia al movimiento del río, una invitación para fundir los ojos con el perfil de los montes. Pienso que fueron segundos para respirar sus alientos húmedos y sentir los verdes resplandores... Sin pretenderlo todos hicimos de aquel corto recorrido uno de los recuerdos más entrañables del viaje…

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