Translate

lunes, 29 de septiembre de 2014

Inspección en el hotel de Vladivostok



La inspección

Era preocupante pero todavía no había ocurrido nada remarcable, no había heridos, ni gritos, ni evidencias de nada, nada excepto que yo no podía salir del hotel y no sabía que iba a pasar después del encierro…
De todas maneras me hallaba sereno y había dormido bien, hasta tuve el humor de hacer fotografías de aquella situación. Puesto que estaba “prisionero” pensé que tenía que tomar datos de lo que había en aquel lugar. En aquel momento pensé que había pagado la habitación, 5500 rublos por tres días pero Natacha no me había hecho ningún recibo, por lo tanto no constaba en ningún lugar que yo estuviera hospedado allí. Nadie sabía de mi situación excepto los conocidos que pudieran enterarse por medio del móvil. La solución pues era dar a conocer mi posición y situación, esperar que las cosas se normalizaran y confiar en la providencia… estaba tranquilo… Os tenía a vosotros y envié un mensaje claro...

Si en dos días no he dado señales de vida; por favor, dar parte a la policía. Al KGB, A la Interpol o al que sea. Pero creo que esto va en serio…

Primero decidí tomar un zumo de guayaba que había en la nevera de las regentas. Después seguí haciendo fotos al dormitorio, la mesa, las sábanas revueltas y aquel caos inexplicable. Fue entonces cuando vi la pistola en un reflejo inesperado. La vi asomarse por un pliegue del almohadón y se me encogió el corazón; ¡fue un instante! Me asusté pero seguí la investigación: quise mirar entre sus cajones y curiosear sobre las fotografías de sus clientes y el rostro de los amantes. En la inspección iba haciendo fotografías de todo; del tipo de preservativos que hacían servir, de las fantasías de su ropa interior, de ellas con algunos clientes del local y de las familias respectivas; in extremis todo podía servir para mi defensa si llegaba el caso. Cuando tuve lista la documentación hice una carpeta con el nombre “ El rapto en Vladivostok” y la subí a Dropbox. Entonces pensé que la tecnología moderna es un instrumento eficaz para todo, inclusive para salir de un secuestro aunque sea muerto. Después de salvar la documentación empecé a pensar que todo aquello tenía una parte positiva; me ayudaba a conocer algunas reacciones de las personas y aclaraba como era yo en situaciones extremas... En aquel momento volví a pensar en la pistola…

⎯Fue entonces que escribí esta nota_

Han pasado tres horas y media y continuo en el encierro. No es grave pero de tanto en tanto aparece en mi retina un cañón de pistola, es oscuro y amenaza con presagios alarmantes. Un profundo pesar se está apoderando de mi y no sé como actuar, me estoy quedando sin reflejos y esa imagen se está haciendo obsesiva. Me encuentro indefenso y expectante, este es un territorio que desconozco y no se como tengo que proceder. Soy un extranjero en una escenario comprometido y es muy difícil que pueda justificar que no sabía nada, queda claro que esto no es un hotel y menos una habitación para el descanso…
No obstante la excitación e intranquilidad estaba sereno, me fui al baño e hice un autorretrato en el espejo; seguidamente os lo envié. Pensé que aquello tenía que tener un desenlace pacífico, para ello tenía que manejarme en la calma o podría terminar haciendo alguna locura.
Pensé que estaría un tiempo más a la espera y si no salía de aquella situación de incertidumbre empezaría a movilizar personas conocidas en Rusia, gentes que pudieran ayudarme y esclarecer los hechos.
El tiempo pasaba y nadie daba señales de vida, eso alimentaba el temor, aumentaba el cañón y la sombra de la pistola. En alguna ocasión pensé en apropiarme de ella pero desistí ya que no sabía si estaba cargada. Por otra parte no había disparado nunca un arma, nunca, excepto en el servicio militar que era un buen tirador de cetme…
Como he dicho habían pasado más de tres horas de encierro y aquello parecía eterno; nunca el tiempo se había estirado tanto para mi... Fue entonces cuando envié una nota a los amigos de Facebook y les explique la situación en que me encontraba; lo más grave estaba por venir…
Recordad que os presenté el cuadro de las orquídeas y os decía que se veían inocentes y ostentosas. Ellas, como yo, no sabían nada sobre el devenir y menos sobre como actúa la psique en situaciones de peligro. Os decía: qué premonitorias las tapas de alcantarillas que había fotografiado a lo largo del viaje, una de ellas tiene la red de Spiderman grabada y pensé que era una imagen premonitoria de lo que iba a sucederme.

domingo, 28 de septiembre de 2014

El secuestro

Irina. 

El secuestro
Durante el viaje a Siberia mi propósito ha sido conocer la morfología, las gentes, la historia y particularidades de la ciudad donde me encontraba. Así que en Vladivostok hice como siempre, tomar un autobús y hacer varios recorridos de extremo a extremo hasta mentalizarme de cómo es su rostro y donde están las cosas que hay que ver al margen de las recomendaciones para turistas.
La lluvia había cesado y salí confiado y equipado con la cámara Sony Nex 5n, una pequeña joya de la tecnología moderna que me permite trabajar en las condiciones más extremas. Estuve haciendo fotos en el puente que cruza la bahía, después me fui a comer y aproveché el momento para lavarme la cara con las aguas del pacífico, es un ritual que no me pierdo como tampoco el de beber agua de todos los manantiales que me encuentro. Cuando regresé al Tepemok ya eran las 15,30, Irina me abrió la puerta con una sonrisa esplendida y una flor prendida en el pelo. Me fui a mi dormitorio y sin pensar en nada me tumbé en la cama y me quedé mirando aquel espacio de cándidos y soñadores. Al rato sentí unos paso que se paraban justo en la puerta, note una leve llamada y después un largo sigilo en el aire. No dije nada, solo miraba la puerta ya que estaba cerrada sin llave, un minuto, dos… así hasta que unos pies desnudos se alejaron hasta perderse en el silencio. Pensé que me estaba obsesionando, que aquellos colores de champú y madreselvas, que aquello me producían alucinaciones y alimentaban fantasías neuróticas. Me puse a respirar tranquilo hasta relajarme y al instante quedé profundamente dormido. Cuando me desperté eran las 17,20 y me sorprendió el silencio, la  mudez absoluta de la casa. Fui al lavabo, me preparé para la marcha y les llamé para despedirme, quería salir a ver la zona que visitan los marineros.
¡Natacha, Irina!...
No me contestó nadie y volví a gritar sus nombres; la respuesta fue el más absoluto silencio. Entonces decidí marchar sin despedirme, intente abrir la puerta y comprobé que estaba encerrado con todas las llaves; el manojo de S. Pedro estaban activos en la puerta de salida. La examiné detenidamente y constaté que era de alta seguridad, cierre arriba, abajo y dos estradas al bastidor lateral. Comprobé la sujeción en los muros y me tranquilizó ver que una puerta de acero como aquella estaba recibida al muro con poliuretano expandido: con todo su poderío aquella puerta podía caerse con una dulce patada; eso me tranquilizó.  Pero estaba encerrado dentro del hotel y me resultaba violento hacer nada que fuera un despropósito. No quería precipitarme en soluciones drásticas y decidí esperar: sé que soy cobarde...
Al rato volví a gritar… ¡Natacha, Irina!... ¡Natacha, Irina!...

¡Nada! Grité más fuerte y nada, no había ni un alma en aquel “nido de ruiseñores.” Entonces empecé a pensar mal y tomé la iniciativa de inspeccionar la casa. Me colé furtivamente por las habitaciones de aquella extraña residencia y constaté que todas eran del mismo perfil que la mía y lo más extraño, todas estaban desocupadas. Entré en el dormitorio de las regentas y me sorprendió el contraste de su manera de vivir. El lecho que tenían era un colchón en el suelo, las mantas estaban revueltas y las sábanas arrugadas y sudadas, la mesa un embrollo de restos de comida y papeles sucios, la nevera hacía un ruido poco tranquilizador y el nocturno olor de sus cuerpos todavía divagaba por el aire. Su presencia física no había marchado, parecía que estaban allí y por ello decidí esperar acontecimientos...

sábado, 27 de septiembre de 2014

El rapto en Vladivostok




El rapto en Vladivostok
La búsqueda
Cuando llegué a Vladivostok acababa de amanecer, caía una lluvia fina, la niebla hacía el día triste y la ciudad estaba dormida. Al salir de la estación lo primero que encontré fue la escultura de Lenin y justo al lado un restaurante con forma de pirámide y grandes ventanales. Entré a almorzar y descubrí al momento que aquel sería mi centro de operaciones. Allí había todo lo que necesitaba: comida rusa, buen servicio, hablaban ingles, tenían enchufes de 220w y Wi-fi libre. Como ya tenía la reserva miré en el mapa mi situación y la del See you Hostel, busqué el lugar con Google-map, indagué con el GPS y pregunté a los camareros. Tuve la gran sorpresa de constatar que el hotel que buscaba estaba muy cerca: menos de 500 metros. 
Vladivostok esta situado en el fondo de una bahía y la zona donde almorzaba era justamente el núcleo de la ciudad antigua. La estación del tren había tomado posición en el centro de la ciudad y por tanto en el eje de las comunicaciones. Fui en busca del hotel, busqué la calle, el Nº, entré por aquellos patios interiores que son auténticos laberintos, ratoneras inventadas en la época comunista para atrapar a los más sagaces y no supe dar con él. Pregunté a los vecinos hasta cansarme y no conseguí encontrar el citado See you Hostel.
Ya apunto de desistir apareció una joven de buen aspecto, morena, delgadita y con apariencia de funcionaria. Al verme cargado con la mochila, con el móvil en la mano y preguntando a todo el que pasaba, me interpeló con algo que no entendí: fue entonces cuando le dije que necesitaba ayuda.
¿Can you help mi…? No me entendió e insistí… ¿Pouvez-vous aider? 
Con gestos, el mapa en el móvil y el lenguaje de los simios le aclaré el asunto de que no encontraba el Hostal y ella, muy amable, se ofreció a enseñarme otro muy cercano. A no más de doscientos metros entramos a un patio interior de aspecto lúgubre, realmente entrar allí era un viaje en el tiempo, el regreso al siglo XIX. Estaba lleno de coches aparcados en desorden, el suelo de hormigón mal distribuido, algunos muros derruidos y latas y botellas por el suelo. En la fachada frontal había una gestoría, justo al lado una pizzería Oky-Doky y en el centro un rotulo: Tepemok dentro del marco que dibuja un albergue de montaña... 
Ella entro decidida, subimos a la primera planta , llamó y salió una joven de unos 35 años. Se conocían y eso me tranquilizó ya que el aspecto de la entrada y escalera eran realmente deprimentes. Los buzones de correos estaban reventados, los cables de la luz quemados, los muros llenos de pintadas y hacía años que no se barría ni fregaba la escalera…
Natacha
La regenta se llama Natacha, es una mujer de rostro generoso, ojos grandes, rellenita, con buen aspecto aunque se acaba de levantar y no habla ni una palabra de otro idioma que no sea el ruso. Nada de nada, pero con una boca sensual y decidida articuló una cifra en el aire que quedó clarísima.
⎯5500 rublos tres noches. ⎯





La suite
Natacha me enseñó la habitación y quede asombrado por la escenografía y perplejo por encontrar una suite en aquella montaña de ruinas. Nada más abrir la puerta me deslumbró el tenue resplandor de lo que a todas luces era un lugar para practicar el sexo; nunca había visto nada igual. El lecho era inmenso, con un respaldo acolchado en blanco, voluminoso y blando; sobre él revoloteaban numerosos cojines y cabezales de varios tamaños. En los muros había dos espejos instalados y opuestos reproduciendo el centro de la escena. Estaban enfrentados para multiplicar al infinito lo que podía ocurrir en aquel espacio de sueños. Encima del espejo lucía un cuadro de orquídeas y a los pies de la cama dos butacones blancos y sedosos como la piel de armiño. En el centro una mesita con una caja de clínex. A los lados una lámpara en la mesilla de noche, en el rincón un jarrón con flores metálicas y para matizar la luz de la ventana dos capas de cortinas de translucidez desigual.
Todo el decorado era pop y pretencioso (apología de la mentira, diría mi instinto), ese kitsch ruso que aparece por todas partes y destila una sensualidad de almanaque. La cama era de 170 cm. de ancho, el colchón duro y las sabanas de seda aparente. El cubrecama acolchado formaba una textura diminuta y su resbalosa superficie producía la sensación de que era la piel de un pez abisal. Todo el color conjugaba una situación irreal, un espacio de apariciones o de realidades exóticas. El matiz que desprendía el aire era más fuerte que las cortinas y el cubrecama; ¡todo teñido de color salmón violáceo y multitud de detalles que a todas luces eran inapropiados para una habitación de Hostal.
La verdad, quede perplejo: me pareció raro encontrar aquel espacio en el centro e la ciudad, se hizo sospechoso las pocas habilidades lingüísticas de la regenta y deduje por el decorado y el precio que aquello era un “nidito de amor para desheredados”. Pensé con rapidez y zanjé el asunto al instante: aquel lugar era el digno final de un viaje que había sido agitado, estresante y agotador... Pagué los 5500 rublos y decidí darme una ducha para quitarme el sebo de una noche en tren. Natacha me dió toallas de algodón grandes i sedosas y sin más preámbulos ni pensamientos sospechosos me sumergí en el “agua limpia de los manantiales del Pacífico...”
Mientras me bañaba pensé que aquello era un “picadero”, una suite de fantasía para las parejas de amantes que no tienen donde ir. Mirando el lado bueno, para mi era el premio pírrico del final del viaje y también una excusa para contar este relato con alguna invención picante: ¡no sabía muy bien lo que me esperaba!
En el trayecto había dormido en trenes de 1ª, de 2ª y de 3ª clase, en tugurios inesperados y en alguna habitación cómoda, limpia, pero modesta. En realidad si no estaba inquieto era porque el aspecto interior de los hostales que había visitado eran familiares, silenciosos y limpios: nada que ver con la imagen que tenían los accesos, por ello no me sorprendió mucho la entrada del Tepemok.
Al salir del baño Natacha me dijo que estaba allí las 24 horas y seguidamente me dio el Nº de seguridad de la puerta principal y su teléfono particular; por si necesitaba ayuda de algún tipo, -me dijo...- Quise volver a la habitación y me cogió la mano para impedirlo: poco a poco fui estirando la situación hasta que llegué a la “suite” y la puerta se cerró sola; ¡fue sorprendente lo del automatismo! A los pocos minutos llamaron a la puerta: ella seguía cogida a mi mano y miraba el cielo más allá del techo, pienso que como una beata mira a Dios. Con la otra mano abrió mecánicamente la puerta y entonces me miró a los ojos y vi en ellos una sombra de turbación. Sin decir nada entró la mujer que iba a causar el mayor desasosiego del viaje y la que pudo crear un conflicto de niveles incalculables. Ella fue por unas horas una angustia sin consuelo. Me la presentó y me pareció que las dos tenían una sonrisa cómplice en la comisura de los labios…
⎯Esta es Irina, mi compañera.⎯
Irina es morena, guapa, algo más delgada, va desnuda debajo del albornoz y se le ve inquieta; nos saludamos y me dijo que aquella tarde ella estaría de guardia, si quería podíamos hablar un rato y le explicaría el viaje por Rusia. Cuando salió de la habitación giró la cabeza y me regaló una mirada cómplice. En aquel momento no lo entendí: yo que había atravesado Siberia a la edad de 66 años, sin hablar una palabra de ruso y cargado de pastillas para el corazón, sigo sin comprender los vertiginosos signos del destino…  

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Los sueños en el transiberiano









 Los sueños

En el tren de Kazán estuve hablando con un mujik, un campesino de aquellos que abandonaron el campo y se marcharon a la fábrica para seguir el curso de los tiempos. Un hombre fuerte con ojos mongoles y cabeza enorme. En su día lo presente´ como Baba, un compañero del tren, el que me dio un salmón ahumado. Su rostro era una máscara de tierra cocida y sus manos eran leños de piel de elefante. Cuando le dije que era de España me recordó de memoria todos los jugadores del Barça y del Madrid. Entonces le di un encendedor con el  escudo del Barça y los ojos le saltaron de alegría...
Posteriormente en Irkutsk paré ante un mostrador cargado de carne, una ternera partida por la mitad estaba descuartizada y aquello dio pié para empezar una conversación informal con la dependienta. El motivo estaba centrado en aquella masa sanguinolenta atravesada por huesos y mantos de grasa. Hablamos de todo con un lenguaje elemental y me dejó hacer fotos con ciertas reservas. Se llama Hanna y pasa el día detrás de un mostrador vendiendo chuletas de ternera y menudillos. Para soportar el tedio tiene un mundo construido lejos de allí, su pensamiento se pierde al otro lado de los Urales. Con todos sus sueños no me supo decir ninguna ciudad que centrara sus deseos, eso sí, su ilusión era ir un día a Europa… Al salir del mercado me encontré con tres jóvenes de Azerbaiyán, sus sueños no estaban hechos, cada uno se entregaba al devenir con los brazos abiertos, no obstante se abrazaban entre ellos y reían despreocupados de todo...
En Ulan Ude estuve con un Camionero, esos hombres robustos que atraviesan Siberia bajo temperaturas insoportables. Advertí como llevaba el camión y le hice fotos de cómo hacía una maniobra imposible. En un espacio reducido encajó un vehículo de grandes proporciones sin un error en todos los movimientos. Con aquella máquina preciosa atravesaba Siberia durante todo el año y según decía él, aquella era su casa. El camión disponía de todo, dormitorio, nevera, aire acondicionado, música de calidad y aparato de radio para transmisiones con la compañía.
Aquella mañana, mientras paseaba por una calle de Ulan Ude, me vino frontalmente un hombre de unos ochenta años bien llevados, bien vestido, perfumado y peinado con un traje clásico, una corbata atrevida y el pecho cargado de medallas. Me quedé mirándole a los ojos y el me sonrió. Le pedí hacerle una foto y se prestó a ello. Le pregunté el origen de los galardones y me contestó:
- Te invito a un café-
Con un ruso impecable que no entendí ni una palabra, pero con gestos expresivos que entendí perfectamente, me dijo que él fue el chofer del Mariscal Zhucov en el cerco de Leningrado… (Esto ya lo expliqué en la entrada sobre el Mariscal). Sus sueños estaban cumplidos…
Días más tarde, ya en Chitá, estuve con un eclesiástico, hablamos del sentimiento religioso y de la nueva espiritualidad rusa. Era un hombre amable, muy puesto en temas europeos y en su extenso imaginario mantenía la ilusión de ir un día a Roma. Cuando le pedí para hacerle una foto me dijo que sí pero de espaldas; fue una situación violenta y me pareció indecoroso por mi parte… todavía me siento arrepentido.
En el tren, ya en dirección a Habarostk, estuve hablando con toda una familia. Uno de ellos, el de los dientes de oro, se llama Art-de-lo y trabaja en los campos petrolíferos de Tyumen pero nació y vive en Habarostk; eso me ha dicho él. Es un hombre afable, cariñoso con los compañeros y se bebe los vasos de Vodka igual que si fueran de agua. Le pido hacerle una foto y accede sin problemas, le pregunto por los dientes y me cuenta la historia completa. Según dijo, tuvo una disputa con su padre por problemas de herencia y este le amenazó con desheredarlo si no dejaba la bebida. Él le replicó que no quería nada, sólo un anillo de su abuelo que ya se lo tenía que haber dado. Su padre le dijo:
-Si te lo doy te lo beberás.-
Él le contestó que no, que lo guardaría para siempre  y con el anillo se hizo hacer las coronas de todos los dientes. Entonces se puso a reír con algazara…
- ¡No me los bebí pero en realidad me los estoy comiendo!-
Posteriormente, ya en Vladivostok, me encontré con Zenaida, la vendedora de ropa para mujeres, era una gran comunicadora y sus sueños se quedaban allí, buscando marido, hacer dinero y después ya habría tiempo para pensar otras cosas…
Con el grupo de “las guapas de Vladivostok estuve muy poco rato, lo suficiente como para que me explicaran la obra de teatro que iban a ver y yo les pidiera para hacerles una fotos; se violentaron con la petición y no pude averiguar cuales eran sus sueños…


lunes, 22 de septiembre de 2014

Las cafeterías de Vladivostok



Las cafeterías.
Las ciudades se viven de manera transversal, experimental en el tiempo y holística en las posibilidades de cada persona. A cada individuo le ofrecen una medida del espíritu de sus pueblos y  cada cual cuenta aquello que más le ha motivado. Entre más registros se observen de sus calles, mercados, rituales y gentes, más clara y diáfana se nos representa y seguramente, lo que queda es algo que se aproxima a la realidad del lugar. Para conocer bien una ciudad se ha de vivir en ella durante años, pero la vida es corta y el tiempo que dedicamos en un viaje como este es insignificante para profundizar en todos sus pormenores. Mirar no es ver y hacerlo sobre la marcha acelerada de un tren, la verdad, no ayuda a hacerlo bien...
No obstante la idea es aproximarse al pueblo ruso y el propósito ya hace mucho. Si no hay tiempo puedes acelerar el paso y trabajar para conocer y reunir recuerdos, vivencias, imágenes, historias: es lo que he podido hacer y con ello me quedo…
Algunos de los que me llevo han nacido en las cafeterías, en ellas tenía que establecer mi lugar de operaciones: almorzar y descansar en las horas de espera, enviar los “informes del viaje” y cargar las baterías de la cámara y el móvil. Nombraré algunas de las que asistí en la ultima ciudad, son buenos ejemplos ylas que más trabajé.
Las cafeterías son lugares de encuentro y alterne, en algunas son lugares de distinción de clase y eso se nota especialmente en el precio. Naturalmente también en el decorado, en la atención y la calidad del producto: en Rusia se toma buen café y se disfruta de la compañía y la conversación…
En Vladivostok me propuse trabajar el tema y estuve en varias para saber como se relacionaban las gentes en un espacio así. La verdad saqué la conclusión que cada establecimiento tiene su idiosincrasia, recoge un tipo de clientes y mantiene una manera de servir y vivir.

La que más frecuenté fue en Zern Caffeeshop y en Studio, las dos presumían de estar a la moda pero destaco la primera por la calidad del producto, por el cuidado diseño pop y por la atención. Todo era muy correcto y se alegraron muchísimo que les hiciera fotos al establecimiento. La segunda era la que estaba en la boca de los jóvenes del momento y tampoco pusieron problemas por hacer fotos, inclusive me enseñaron los reservados. Allí se reunían los que querían presumir de modernos y se permitían hacer una “rayita a escondidas” o fumar en soledad un canuto con una pipa de agua… 


domingo, 21 de septiembre de 2014

Arquitectura en las nubes. Vladivostok.





Arquitectura en las nubes.
Ya vi estas imágenes entre los edificios de Ekaterimburgo; los rascacielos llegaban a las nubes y la niebla era lluvia fina que calaba los huesos. No es que las edificaciones fuesen muy altas, es que la bruma del vapor formaba una capa densa a cierta altura y hacía que estas se perdieran entre el fondo del cielo.
En Vladivostok las nubes nacen en la costa, en la frontera que forma el mar y la tierra. Es un estado natural que ciñe el paisaje y viste la ciudad de cierta melancolía, a su vez le da al verde una frondosidad y frescura que no se encuentra en otros lugares.
El pacífico mantiene las temperaturas estables, las regula y estas chocan con los cambios continentales de Siberia. La bahía de Vladivostok es un rincón privilegiado, un trocito de paraíso, húmedo y frondoso que acoge a sus habitantes y los mima hasta el extremo de hacerlos presuntuosos. Parece que es una invención pero no lo es, la clase media y alta lucen sus coches y vestimentas y estiran el cuello como los cisnes. Quizá es debido al microclima que se crea en aquel lugar, quizá es que están muy lejos de Europa y ellos nos representan allí donde están…
Los edificios modernos dibujan el paisaje de la ciudad y dan una señal clara de los objetivos de la ciudad y sus habitantes. Algunos han crecido en los últimos tiempos y los días de niebla se pierden en el cielo, se confunden con la montaña y parecen levitar en aquel manto de espuma liviana. Parecen emanaciones de una avatar posible y se funden en un infinito lejano conde los humanos no pueden tener acceso. Además, son edificios limpios, no hay nada que diga que sirven para ser habitados. Quizá nos dicen que son ocupados por seres celestes, almas que se funden con la niebla de la bahía.
El día que hice las fotos llovía lentamente, las calles estaban resbalosas y las gentes caminaban bajo el paraguas. Yo no hice caso y quise ver el océano con aquel clima; cuando llegué a las orillas del gras pacífico yo era parte del mar. Quedé de agua hasta los corvejones, tanto que me obligó a ir al hotel a cambiarme; es cuando me sucedió lo del secuestro.

La próxima entrada será sobre este tema… pienso…