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jueves, 9 de octubre de 2014

Los carteristas de Kazán


El lugar de encuentro. En el viaje a Siberia mi paso por Kazán fue revelador. La plaza Tukaya era mi final de trayecto cuando caminaba desde el Kremlin...

Los carteristas de Kazán
Dije en su momento y recordareis cuando mi móvil se quedó bloqueado. El hecho me causó inquietud y me quedé sin un apoyo importante: ahora es una herramienta fundamental en cualquier viaje. Sin él estaba casi perdido en una ciudad que no podía comunicarme si no era con el traductor de Google. Fue un día de nervios ya que en él llevaba toda la memoria del recorrido, mapas de las ciudades que iba a visitar, horarios de trenes, reservas y direcciones de hoteles, notas sobre la historia de los edificios y obras más singulares, copia de toda la documentación, pasaporte, DNI, visado: ¡en fin, todo!
Llegado el momento pensé que tenía que ponerme en contacto con Blai y Román, mi hijo y un vecino que tienen acceso a mi casa y al ordenador personal. Allí tenía una copia de todo y también el Nº de puk, pensé que si me lo enviaban por correo podría desbloquear el móvil en unos segundos.
Mientras estaba en esta disyuntiva en la plaza Tukaya de Kazán, donde hay un reloj que delata la relatividad del tiempo, pregunté a un grupo de jóvenes por un locutorio o bien alguien que tuviera un ordenador para enviar un correo. Después de largas diatribas me dijeron que me acompañarían a uno que estaba muy cerca en dirección a la estación del tren: era precisamente la ruta que conocía. Caminamos más de 30 minutos a buen ritmo, mientras tanto, ellos iban dando tumbos y escupiendo en el suelo, una costumbre que observé como normal en los jóvenes rusos. Uno de ellos que era el más animado y hacía de informante me dijo:

⎯Tienes que tener cuidado con los ladrones, aquí los turistas son presas fáciles⎯

Lo miré con curiosidad y pensé para mis adentros: ahora he de tener cuidado de vosotros…
Por fin llegamos al locutorio, pagué por adelantado 20 minutos de conexión y volví a meter la cartera en el bolsillo posterior del pantalón, es un gesto que lo tengo mecanizado y no lo cambio nunca. Pienso que es una zona sensible que en cualquier momento me daría cuenta de un hurto…
Ellos me ayudaron a poner el ordenador en alfabeto latino y curioseaban sobre lo que yo hacía. Procuré estar vigilante sin estar alarmado y muy escueto en lo que tenía que hacer… Envié el coreo y les invité a tomar una cerveza; al ir a pagar el importe de la ronda la cartera no estaba en su lugar. Estuve mirando por todas partes y al fin apareció en el bolsillo delantero izquierdo. Abrí la cartera y miré sin decir nada. Estaba todo removido, las tarjetas las habían cambiado al lugar del los billetes y estos al lugar de las tarjetas. Seguí callado, pagué y miré de frente al comunicante que al instante me hizo un guiño y me dijo:
⎯Let, mr.⎯
Me quedé mudo y agradecido, me regalaron una instrucción básica de protección contra carteristas.
Aprendida la lección decidí llevar la cartera en el mismo lugar, pero la llevaría allí como señuelo. Llené la cartera de los billetes de tren usados y de rublos de 10, 20, 50 rublos, en total que no pasara de 300, suficiente como para pagar pequeñas compras. Escondí las tarjetas de crédito en una bolsa oculta bajo la ropa y el resto de billetes los distribuí en bolsillos interiores.
A los dos días llegué a la ciudad de Omsk, estuve buscando el hotel donde tenía reserva y no conseguí encontrarlo; había cambiado de lugar. Como siempre me ayudaron a solucionar el problema, una familia muy amable, especialmente ella me dijo sobre el mapa que mostraba el móvil donde estaba situado ahora y fue ella la que me aconsejó tomar un taxi:
⎯Por cien rublos te llevará hasta allí.⎯
Yo les dije: cien rublos será para ustedes, para mi seguro que la tarifa es cuatro veces más, entonces ella llamó al taxi, arregló el precio, les dio la dirección y el taxista arrancó en aquella dirección.
El taxista era un quebranta huesos: 190 m, 110 kl. de peso, casi calvo, piercing en las orejas y en nariz y tatuajes negros en los brazos ilustraban todas las hachas y espadas de los nibelungos. En el cuello tenía pliegues horizontales en la nuca, eran profundos, como surcos en la tierra. La boca grande, los dientes oscuros y unas manos de domador de osos: ¡la verdad que impresionaba! Yo estaba relativamente tranquilo, el coche llevaba el taquímetro roto pero el precio estaba acordado. Por si acaso preparé 120 rublos para dárselos en el momento de parar.
Cundo llegó me señaló el lugar con el brazo, me miró y vi aquellos ojos de un azul intenso con el iris diminuto y chispeante. Entonces dijo:
⎯ Вот, отель...⎯
Le di el dinero y la mano para despedirme. ¡su mano era un cepo para zorros! Bajé del taxi que sólo tenía dos puertas, entré al hotel, llevé la mano a la cartera y ya no estaba, salí corriendo y el taxista ya había arrancado, justo lo pude ver cuando salía de mi campo de visión al tomar la primera curva…
En aquel momento me disgusté por la impotencia y descuido, pero a los pocos segundos me puse a reír pensé que el quebranta huesos había picado como un pardillo. El señuelo había funcionado y aquellos ojos inteligentes vieron el bulto de la cartera y no el contenido. Total que se llevó el importe máximo de unos 20 euros…

lunes, 6 de octubre de 2014

El final del viaje





El final del viaje

En las primeras comunicaciones con el móvil, cuando a todas luces mi situación aparecía como un secuestro, os decía desde Vladivostok que había que movilizar a la policía y a personas que me pudieran ayudar. Fue el día del encierro cuando os envié imágenes sobre la escalera, la casa y los números de telf. Decía con cierta pesadumbre.
⎯Pienso que pueden ayudar: en caso necesario serán pruebas de gran valor.⎯
Buenas fueron para incentivar y mover los estímulos, hoy no sirven de nada excepto para ilustrar los relatos. Ahora debo concluir y sólo la memoria me ayuda a dibujar el final. No obstante quiero recordar algún detalle y dejarlo aquí para que formen parte de la historia.

Explicaba en las misivas por correo:

Estoy en el baño y como podéis comprobar me encuentro bien. Serguei, (el siniestro) me ha propuesto dejarme ir si le doy el móvil, un Galaxy S4 que me costó un riñón, pero siempre será mejor perder el móvil que el avión que sale pasado mañana.
He podido tomar una imagen de las deliberaciones, los veo cansados, decaídos por causa de la pérdida de Irina. Están apenados e inquietos, es normal con lo que ha sucedido. Creo que me iré a cenar. Les dejo el móvil y como no encontrarán nada aquí se acaba el asunto...⎯
Entonces Serguei vino hacia mi, me impresionó su estado, más aún al ver que entre las manos llevaba la pistola y la movía como un juguete. La agitaba con nerviosismo y cerraba los ojos con fuerza, como si quisiera mantener el control de aquella situación y no pudiera hacerlo. Seguramente lo hacía con ánimo de intimidarme, o no sabía que hacer y jugaba a citarse con la muerte. Esos gestos incontrolados no daban sentido a lo que había sucedido pero a él le producía la sensación de que hacía algo. Quizá huía del dolor o del tedio y se contraía en un lugar oculto en su mente.
Entonces Natacha se acercó a nosotros y dijo:
⎯¡Irina era la seva novia! No tinguis por, la pistola no està carregada.⎯
Él no se enteró de la escueta conversación, lo tomó como una información relevante y se tranquilizó. A la sazón “Natacha” lo cogió del brazo y se lo llevó lentamente al reservado, mientras tanto apoyaba la cabeza en su hombro y susurraba; ¡Irina está bien…! A través del pasillo los pude ver y en un descuido les hice la ultima foto que conseguí enviar al Dropbox. Los vi como hablaban, ya más calmados, sentados junto a una mesa los cuatro, parecían amigos inocentes, criaturas desvalidas.

No les entregué el móvil, vi que la discusión se alteraba y se calmaba de manera sincopada. Entre ellos había comunión de sentimientos y cuando alguien gritaba los otros hacían lo propio, cuando lloraban todos gemían al unísono. Pensé que aquello podía alargarse o tomar un rumbo inesperado. Natacha estaba serenando las cosas, era la moderadora, pero él movía los brazos y hacía chasquear el percutor de la pistola que sí, a todas luces estaba descargada...

Entonces reaccioné de manera inesperada, yo mismo quedé sorprendido de mi acción. Una vez borradas las imágenes me acerqué a ellos, les di el móvil y les dije.

⎯Tomad, todo ha sido una farsa, una mentira; ¡no hay denuncia, no hay imágenes, no hay nada. Ahora solo queda el disgusto causado por los equívocos, un encadenamiento de errores involuntarios. Los malentendidos se me han olvidado: pienso que entre todos hemos tejido este lamentable suceso…!⎯

Los descabalgué de su quimera y quedaron asombrados y sentados en el silencio. Al instante se hizo la claridad en nosotros, los nervios se calmaron y me miraban sorprendidos. Con aquel gesto desactivé la agresividad y coloqué la situación en un escenario liberador y fuera de peligro.
La muerte de Irina era lo más grave pero eso fue un accidente ocurrido en la bahía y no tenía ninguna relación con Tepemok...
Serguei cogió el Galaxy S4, lo miró, intentó ver lo que había y no supo ver nada. Entonces tomé el móvil y mientras buscaba las imágenes puse la cámara en silencio y le hice la foto que publiqué el otro día. Después le enseñe una carpeta donde estaba el puente y la catedral de Vladivostok, no pudo ver nada más pero su situación había cambiado y la mía también.
Les di la mano y les dije:

⎯He de ir a hacer unas fotos al mar antes de que se ponga el sol…⎯

Así fue: caminé a buen ritmo por aquellas calles y parques adornados de flores que llevan al puerto. Al pasar frente a una cafetería vi que daban las noticias en la televisión local y entré. Hablaban de la muerte de Irina, el caso había conmocionado a la ciudad. Al llegar al puerto me encontré con un grupo de policías que hacían vigilancia a una pequeña barca deportiva. Llevaba la cámara preparada, los miré con atención y me acerqué al lugar, quise hacer la última foto; no me dejaron acercarme.
Al girar la cabeza para marchar quede petrificado con el encuentro, sin saber muy bien como había llegado, vi a una joven igual que Irina junto a mi. Me sobresalté y ella me miró con cierta complicidad. Sin decir nada le hice un retrato que vuelvo a publicar en esta página: ella lo aceptó y puso un tono enigmático en el rostro. Miré la pantalla de la cámara para ver como había quedado la imagen y una leve corriente de aire la apagó. Cuando levanté la vista Irina ya no estaba, miré en derredor y no la volví a ver. En aquel momento quedé desconcertado y no pude tener la certeza de que aquello hubiera pasado.
Seguí el camino mientras meditaba aquella presencia que se hacía imposible en mi manera de entender la realidad. Dudé de mis observaciones, desconfié de todas las apariencias y hasta puse en cuestión lo que veían los ojos.
Más adelante, cuando el sol estaba en el crepúsculo y el cielo anunciaba las nieblas nocturnas, un grupo de pescadores de lubinas se divertían con las capturas. Otros miraban y se dejaban llevar por los ricos misterios que regala el Pacífico: sin pensarlo me uní a ellos y respiré profundamente los resuellos de aquel instante.
Con este acto di por finalizado el viaje a Siberia…

sábado, 4 de octubre de 2014

Pienso: estoy vivo


Pienso: estoy vivo
Mientras ellos hablaban o discutían yo me puse a valorar la situación presente y observar la rapidez de los sucesos. Valoraba el rostro irreversible de los hechos: la dirección y la flecha del tiempo. Entonces les hice la foto que acompaña el texto y pensé que nunca más pasaría por aquel instante; la imagen sería el único testimonio. Constaté como en cada uno de nuestros movimientos los destinos se alabean y desvían, las contingencias se tuercen y quiebran y la bitácora de nuestro viaje toma notas de rumbos diferentes… Una cadena de coincidencias nos unen y separan, los enlaces y desconexiones hacen que el devenir sea un río de acontecimientos abiertos, sorprendentes, misteriosos e incontrolables.
Me preguntaba, porqué Natacha no se dio a conocer al ver mi pasaporte y comprobar que era español, porqué Irina no llamó más fuete y salvó la vida hablando conmigo, porqué yo no abrí la puerta y me dejé llevar por los nuevos acontecimientos. Pienso que quizá pude haber liberado los impulsos del deseo y no reprimirlos sin pensar.
¿Fue un acto reflejo, una evasiva a encontrarme con el otro?
En ocasiones hay que preguntarse: cómo es que el devenir se abre paso de manera tan grácil, tan cómoda e inesperada. Cómo es que todos nuestros esfuerzos no sirven de nada para orientar los hechos adversos y sufrimos estos castigos, estos zarpazos tan nefastos. ¿Qué es lo que hizo que aquel hecho trágico tuviera preferencia sobre otros posibles?
Porqué no podemos gobernar el presente y valorar las variables si ahí, en la marmita de los cambios están reunidas todas las piezas del devenir… Entonces vi como todos los sucesos son siempre potenciales en la vasija de los limbos: nada y todo esta escrito en su rostro. Cuando se activan sus potenciales, delicados movimientos llegan a crear efectos catastróficos …
Qué grande y enigmático es el teatro del mundo y qué sorpresas nos depara la vida. Qué frágiles somos cuando nos vemos sometidos a tantas “realidades volubles”, a tantas demandas y predicciones.
Pienso… ¿Es esta la fuente de Castalia, la que refresca los deseos y nos estimula a continuar vivos? ¿Son las incógnitas del devenir las que gestionan la necesidad de asombrarnos?
Buscamos incansablemente el jardín perdido y a cambio encontramos el camino sazonado de misterio. En el trayecto vivimos secuencias amables, felices, trágicas y dolorosas: algunas son temidas, otras son anheladas y pocas son previsibles.
En cada situación actuamos según dicta un “figurante agazapado que llevamos dentro,” el que emerge instantáneo de las sombras de la mente. Él esta sentado en el “limbo” y desde esa vetusta atalaya lleva el control de la mayoría de las decisiones que tomamos: él lleva el control. Actúa como alguien ajeno, pero en realidad somos nosotros en el complejo ámbito del ser. Si lo entendemos así, si aceptamos que la mente es un enigma en sí mismo, no pesan las ambigüedades y seguimos adelante. Si aceptamos que él es el que gobierna nuestras acciones, que la conciencia es un vestido superficial de una realidad oculta, vemos que no hay equívocos y seguimos adelante.

La realidad es una construcción de pensamientos encadenados…

Lo que acontece en la mente está sometido a leyes universales, a casuísticas azarosas, a caprichos fisicoquímicos que por el momento nos resultan incomprensibles e incontrolables. Entre la sombra y la luz del sistema límbico aparece lo que somos y en el tejido de esa área de creación, de “realidades dibujadas por la psique”, se agitan los saberes mecánicos, intuitivos, inconscientes. Es ahí donde se toman las decisiones y se gobierna el precioso laberinto de la mente. He dicho bien, laberinto de sucesos neuronales y caminos que se tejen y deshilan entre sinapsis. Estos cruces imperceptibles son los que me llevaron a guardar silencio ante la llamada de Irina, los mismos que indujeron a Natacha a ocultarse detrás de la lengua rusa y a Serguey a mantenerse agazapado entre el juego con la pistola. Siempre son los mismos y ahora me llevan a escribir por los tortuosos caminos del lenguaje. Nada más irreal que el juego de las palabras, en cambio son ellas las que hago servir aquí para intentar entender la “invisible trama de la realidad”. Apoyada con fotografías, deseo narrar unos hechos dramáticos, describirlos con palabras a sabiendas de que son torpes y no descubrirán nunca la trama de la obra.
La realidad ahora es literaria, lo que tenemos delante de todo lo sucedido son palabras, Irina ya debe ser un banquete sazonado para millones de seres diminutos… nada más que eso. Esta reflexión no aporta gran cosa pero va dedicada a mi querida Francesca. La tengo desconcertada, preocupada y confusa: ya no puede distinguir que es cierto y que es fantasía…
¿Y quién lo sabe…?
¿No vivimos todos cabalgando quimeras de cien cabezas…?
¿No estamos todos jugando con pasiones irracionales, “realidades” nacidas y aumentadas en la mente hasta extremos delirantes…?
La razón cuenta poco y cuando toma decisiones suele equivocarse en los efectos futuros. Se dice que “el ser se revela cuando toma conciencia de si mismo”, pero no estoy totalmente de acuerdo con esta definición. El ser emerge de los procesos mentales y el mecanismo psíquico, el saber inconsciente, los procesos mecánicos y las actuaciones zombis configuran el 90 % de la actividad mental: eso también son partes indivisibles del ser.

La razón escrita verbalizada lo pensado: con grandes esfuerzos de concentración intentamos ser el testimonio de lo acontecido. Si es así sobreactuamos e interpretamos ya que podemos relatar los sucesos y darles estatuto permanente. Igual que la fotografía intenta presentar la “realidad histórica” pero se queda en el plano de la representación. Siempre alineamos los hechos de manera que aquello sucedido aparezca como algo coherente, real y extraordinario, de esta manera creemos tener la certeza y proclamamos la obra como el testimonio de la verdad...
Desde la “mente enigmática” tomamos medidas sin pensarlas, así es siempre y en muchos casos determinan el futuro. Son decisiones complejas donde hay que valorar millones de causas en un instante, factores que la conciencia no puede computar en el momento. El inconsciente lo ha venido haciendo durante miles de años y por ello en él confiamos plenamente. Nunca estamos solos, serenos, lúcidos y capaces para actuar con rapidez y controlar el proceso. En cambio la intuición si, a ella le damos el control espontáneo, confiamos en las llamadas del corazón más que en la razón. Esta es insuficiente, más lenta y de ninguna de las maneras es más eficaz en los controles del devenir. La conciencia no suele mediar en los asuntos determinantes, son asuntos demasiado importantes como para que “el ser” lo deje en sus manos.

Siempre deseamos eliminar la incertidumbre aunque sea con una solución catastrófica. Anhelamos la huida del hastío con pasiones irracionales, de la misma manera que con las fobias rechazamos las tenazas del miedo. Nos gobierna el deseo incumplido, los sueños deshilvanados, las necesidades de asombro, la espera del reconocimiento, el posible encuentro con el amor…

Estamos sedientos de esperanza y buscamos motivos para alimentar el alma: siempre expectantes y alertados ante las vibraciones del mundo. Husmeamos entre los requiebros del aire para tener noticias de lo desconocido y oteamos los paisajes internos para movernos por ese camino misterioso que irremediablemente nos dibuja el destino. Esos parámetros del camino son permanentes, son parte de un proyecto invisible que nos conduce a buscar sin pensar, a dibujarnos sobre el barro y “encontrar” los momentos que nos justifican.

Mientas pensaba y deambulaba por estas cuestiones, Serguei se acercó resolutivo: con pasos decididos y con lagrimas en los ojos me dijo...
⎯ это ваша вина. ⎯

viernes, 3 de octubre de 2014

Los efectos



Los efectos
Llamaron a la puerta: Natacha apareció preocupada, inquieta, asustada. Aparecieron una pareja de jóvenes, más que ellos, entraron hasta la cocina y se abrazaron con pesar. La realidad de aquel momento es que eran cuatro y deliberaban en un interior oscuro con una pistola entre las manos y yo había estado a punto de morir de infarto. Todo eso había sido real y se soportaba sobre un equívoco, ya lo hemos aclarado. Irina no había aparecido y esta idea se antojaba sospechosa para todos. Todos hemos visto demasiadas películas de acción y nuestro imaginario opera más con estos iconos que con aquellos que hemos experimentado en propia carne...
Entonces vi claro que para “fantasear en cuestiones de novela negra” hay que trabajar en un despacho acompañado de una botella de orujo o un buen brandy y si es posible, fuera de “las puertas de acero” hay que tener una cuenta corriente con crédito liberador. Aquella situación era magnífica y daba pie a un relato largo, pero fuera del peligro de aquel lugar y en disposición de una buena biblioteca.
En aquel momento se acercó Serguei con pasos decididos y el rostro desencajado. Su mano derecha estaba ajustada en el bolsillo de la chaqueta y esta se veía claramente abultada. Miraba al fondo del corredor y desviaba claramente la mirada para no mirarme a los ojos… Entonces dijo.
- Aquí no hay secuestro alguno, solo es un equívoco en el turno de las regentas. Irina, una de ellas, se ha accidentado de manera inesperada. Cuando marchó de aquí fue directo al puerto y al montar en una lancha rápida ha caído encima de las hélices... -
Me ha dicho malhumorado, entristecido e inquieto. Entonces he pensado que él dudaba y yo no entendía nada de lo que estaba pasando. El caso de mi encierro ya no tenía relieve alguno. No sé a que ha venido tanta explicación y tampoco si el disgusto era causado por Irina o por la amenaza de que había enviado imágenes a la policía… Viendo que la comunicación no daba para más y apoyado en la carencia de justificaciones creíbles le he espetado.
!Entonces quiero salir de aquí ya mismo...!
-Vale, eres libre de salir cuando quieras, pero antes queremos ver las imágenes del móvil; es una cuestión de privacidad del negocio y ahora tu nos puedes perjudicar-
!No vais ha ver nada y me reservo el derecho a denunciar lo ocurrido...!
Entonces Natacha que había permanecido callada y con las manos juntas entre las piernas, me dijo con una dicción perfecta…
⎯ Rufino, jo estic amb tu, però pensa bé el que fas: no tens cap justificant que demostri que ests hoste d’aquí, no trobaràs a cap persona que et cregui; alguns policies son clients nostres... estàs sol… El que puguis dir sobre el segrest no val res i menys si impliques a Irina. La pobre ja és morta, les hèlices d’una barca l’han destrossat el coll a l’altura de les cervicals, casi ha quedat decapitada…⎯
Me he quedado sin aliento al sentir su lengua con la claridad de la mía, consternado al enterarme con detalles de la gravedad de la noticia, petrificado en mi posición de verdugo, arrepentido de no saber qué era lo que habíamos hecho mal en aquel tiempo. Me he sentido culpable de lo sucedido pero a la vez se ha abierto cierta luz en mi conciencia; nadie es responsable de lo que depara el destino. En aquel instante ha venido a mi mente la turbación inicial de Natacha y la confianza mostrada por la mujer que nos presentó. En el momento de la presentación tuvo dudas de cómo actuar, en el dormitorio quiso aclarar las cosas pero entró Irina y entonces se estableció la complicidad con ella: ambas habían estado haciendo comedia conmigo todo el tiempo y es posible que con su juego “inocente” ellas fueran más culpables que yo de todo lo sucedido.
Pienso que todo se habría evitado con el reconocimiento, un encuentro abierto y sincero… ¿?

jueves, 2 de octubre de 2014

El equívoco y el destino


El equívoco
Aquel encierro había sido un equívoco sin mala intención pero real, lo había sufrido durante unas horas con angustia y sin consuelo. Ahora ellos estaban preocupados por su negocio y por la ausencia de Irina: a todas luces su futuro se había hecho inestable. Sin saber por qué mordían y comían el mismo equívoco que había sufrido yo. Mis declaraciones los había situado en el tendido del dolor y yo movido por el enfado estaba en el territorio de la venganza. Me pareció mal por mi parte pero la ira que me gobernaba era superior a mis fuerzas. El hotelito “picadero” era a todas luces ilegal y yo les había puesto en una situación límite con las imágenes del móvil. En su imaginario pesaba el agravante de que las pruebas ya estaban en manos de la policía igual que en el mío había aparecido como que aquello era un secuestro. En su esquema mental, en el funcionamiento de su mundo de fantasías: alguna pieza les había fallado y yo no reaccionaba como ellos tenían previsto para estas situaciones. En su pensamiento y rutina, Irina tenía que haberme “complacido” , de ser así nada habría pasado. En mi caso, un turista europeo lejos de su territorio, habría agradecido un momento relax y no habría rehusado su compañía.
Empecé a pensar en el engranaje completo de aquella pequeña escenografía: el dormitorio de las orquídeas. Valoré la maquinaria que movía los acontecimientos de aquellas personas y vi claramente que para todos ellos se trataba del negocio del sexo. Repasé cada uno de los instantes anteriores al encierro y llegué a la conclusión que la clave del equívoco estaba en un punto impreciso del trayecto. Después de muchas cavilaciones vi que en el gran despliegue de contingencias todos éramos inocentes.
Para entender aquel cuadro valoré el germen del encuentro y lo que sucedió seguidamente. Entonces pensé en como se bifurca nuestro destino y cuantas cosas nos pueden suceder sin que medie intención alguna. Cada instante segrega circunstancias irrepetibles e imposibles de controlar y lo más sorprendente, cada una de ellas tiene y conlleva consecuencias futuras. Visioné el pasado con cuidado y vi dos momentos que enlazaron todo lo sucedido: lo sorprendente es que no tenían relevancia como para ser determinantes en nada. Repasar los detalles se hizo interminable, no obstante conseguí mover el tiempo lentamente y detener los ojos en la persona que me llevó hasta allí; entonces vi claro que ella era cliente de la casa.
En el Tepemok se encontraban las parejas pudientes de Vladivostok, los jóvenes que no disponen de espacio íntimo y lo pueden alquilar allí, camuflado en un patio discreto en el centro de la ciudad. Allí estaba el primer tropiezo de aquel destino no deseado pero ya determinante en el viaje a Siberia. Después analicé los pormenores uno a uno, valoré todos los detalles vividos con Irina y localicé el preciso instante donde se gesto el núcleo del equívoco. Primero me centré en cuando Irina me lanzó una mirada cómplice y me pidió:
 ⎯ Por la tarde me explicarás el viaje.⎯
Este detalle iluminó lo que ella hizo después; llamar a la puerta cuando se encontraba sola. Quizá lo hizo con poca seguridad y golpeó la puerta demasiado tímida, quizá me vio mayor y respetó mi silencio, o también pensó que ya me había marchado y quedaba libre de mi “cuidado...” Sopesé los signos y situaciones posibles que se habían dado y vi claro que ella también era inocente.
Por mi parte pensé que lo del viaje era una petición convencional, una manera de quedar bien compartiendo las vivencias del huésped. Nunca imaginé que aquello era los preámbulos de una cita. Pero la clave del equívoco era más sutil y confusa, quizá se camuflaba entre signos temerosos y cómplices, tanto que seguramente se escondía entre los laberintos de mi mente. Ahora pienso que el equívoco nació entre dudas y se reveló en el paño indeciso de mi timidez. Al ir pensando sobre el asunto he visto claramente el instante. Ha sido cuando he podido recordar la leve llamada en la puerta. La contingencia fue tan sutil, tan leve su decisión, que yo pude disimular que dormía pero la verdad es que la sentí. Para la conciencia de ella queda claro que Irina hizo bien los deberes, llegó hasta la puerta y llamó. Para la mía queda claro que alargué las dudas callado, consciente de que estaba allí esperando la señal, dispuesta a lo que yo demandara. Después el tiempo silenció mi presencia y ella pensó que ya me había marchado. Quizá la llamada fue demasiado débil y yo demasiado timorato... Si hubiera llamado más fuerte la evidencia de su presencia habría sido inevitable y yo no habría podido escaparme por la puerta del silencio. En ese nuevo escenario no habría tenido más remedio que abrir la puerta y el encuentro se habría dado. Queda claro que el encierro se habría evitado y del nuevo contexto habrían nacido circunstancias totalmente diferentes…
En aquel momento el mal ya se había extendido por muestra mente. Ellos estaban apurados y temían una inspección policial, quizá un cierre del negocio y yo había sufrido horas de angustia con peligro de mi vida. Lo más preocupante es que aún estábamos en medio del caos; la tragicomedia no se había acabado, el presente estaba encubando posibles desdichas y las causas de todo aquello se habían perdido entre los ripios de la comunicación; todos los motivos habían sido equívocos sin importancia...

miércoles, 1 de octubre de 2014

El Chulo de bladivostok


Se abre la puerta
Por fin se abrió la puerta y entró Natacha con una sonrisa en los labios y canturreando ¡Ay Carmela, ay Carmela! Movía los brazos en el aire y maniobraba las caderas con movimientos sensuales; ¡sin duda estaba contenta! Llevaba un maquillaje exagerado e iba vestida para una fiesta; apareció muy peripuesta con un atuendo de flores bicromas. Le acompañaba un personaje joven, correoso, fuerte, serio, distante y con rostro siniestro.

Natacha me dispensó un saludo alegre, amable y expresivo, como si ya nos conociéramos íntimamente y no supiera nada de lo que había pasado. Al verme la cara serenó su ímpetu y me presentó a Serguei, pienso que para dar tiempo; seguidamente me preguntó con gestos qué pasaba…

Le expliqué a Natacha mi pesar señalando la puerta, la cual estaba otra vez cerrada con llave. Un poco más excitado le dije que porqué se habían marchado y me habían dejado cautivo allí dentro; ¿en que cabeza cabía esa atención al cliente? Poco a poco me fui alterando y tomando la situación como mía. Sentía como los nervios retenidos se iban liberando y me introducían de lleno en un cabreo incontrolado. Le aclaré mi malestar y le lancé a la cara el sufrimiento acumulado.

¡Durante más de tres horas he sentido indefensión, violación y privación de libertad! Era tanta mi aflicción, mi desasosiego, que pensaba que iba a tener un infarto…!

Le dije que pensaba que se trataba de un secuestro y que había enviado imágenes a la policía y a los amigos de España… Se disculpó y me dijo que la responsable aquella tarde era Irina, que ella tenía que “cuidarme” y que alguna cosa había pasado para que en esas horas marchara y no supieran donde estaba.

Con un ingles entendible, Serguei me preguntó por el móvil y me dijo que quería ver las imágenes que había enviado. Le dije que no tenía batería pero que el asunto ya era una noticia internacional; los envíos los había hecho a través de Facebook y en aquel momento podía haber miles de réplicas en todo el mundo. De súbito deseé una infantil venganza, aún a riesgo de tener un mal encuentro les quise apretar las tuercas. En aquel momento disfruté de su preocupación, de su desasosiego, sin premeditación alguna quise poner en un apuro su mundo de confort y colores champú. Esperaba que ellos pasaran por el malestar que yo había experimentado, verlos como se movían entre los jugos del miedo.

Ahora pienso que me pasé en las declaraciones y en el tono.

A la sazón se me ocurrió seguir el hilo de los acontecimientos y quise dar a aquella situación extraordinaria la trama, el ritmo y suspense que tiene la novela negra. Sin más ni más le espeté a Serguei que aquello ya era una bola de nieve imparable y añadí que mi secuestro estaba en manos de la policía y de un grupo de inspectores de la altura de Pepe Carbalho. (El conocido personaje de Vázquez Montalván. En aquel momento me salió por pura casualidad, pues hacía más de treinta años que leí aquellos relatos. Este asunto os lo hice saber en su día) Al sentir el nombre del investigador privado Serguei me miró sorprendido y al instante le cambió el brillo de los ojos. Su extrañeza lo activó de manera súbita e inconscientemente se fue al dormitorio de las regentas. Al instante se puso a hablar por teléfono y discutir a voz en grito con alguien que no estaba lejos. Aquel o aquella que estuviera al otro lado del hilo lo tenía acosado y le repetía una y otra vez:

⎯безответственно, шлюха. ¡Я собираюсь лишить нулю!⎯ 

Para mis adentros consideré que en cuestiones de novela negra Serguei era un inculto, que la figura de Pepe se le figuró en la mente como el poder de Putin cuando era jefe de la KGB, pero no es un timorato y puede producir momentos sombríos; ¡él es de luces oscuras! Su aspecto decidido, su pelo rapado, enfermizo y con calvas lo hace temeroso, es un bruto que los tiene “bien puestos” aunque no pasa de ser un chulo. Al instante me alarmé por aquellas prisas y gritos y pensé que había ido a buscar la pistola. Me arrepentí de mi inconsciente actitud y vi claramente que había metido la pata hasta los corvejones. Estaba en una situación de peligro y a la vez, como un inconsciente que se pasea por el borde del abismo, con un palito espinoso me estaba dedicando a provocar a aquellos personajes que en aquel momento eran los colmillos de aquella serpiente de sucesos…

El encierro en Vladivostok


El encierro


Os decía en la primera misiva, cuando publiqué las imágenes de la "suite" por el móvil, que la vida era un teatro, una parodia que nos desbordaba y que aquella inocente habitación kitsch tenía unos preámbulos de terror. En ocasiones las situaciones reales son más sorprendentes que las literarias. La “realidad” puede desbordarnos con mayor despliegue de emociones, alarmas turbadoras e incógnitas ya que nos sitúa en un espacio vulnerable, frágil e inseguro. Es así cuando pasa y entonces no tienes el protector psicológico de la ficción. El pánico se presenta desnudo y adornado de temores desconocidos. El miedo se hace dueño del alma y el que vive la situación “pone la piel” sobre la mesa y sufre en silencio las fintas de la incertidumbre. En esos momentos el corazón es el que dibuja la gravedad de todo el asunto, el cuerpo se descompone entre intuiciones de peligro y se llega a sentir claramente como el cuchillo penetra en la carne y secciona la yugular. Esas emociones no son literatura, no son escenas de cine de acción; son emociones que transforman el espíritu y tiñen el pensamiento de presagios oscuros. Además, algunos hechos experimentados son más “novelescos” que los que narran algunos autores de prestigio desde la imaginación. La figuración inventada no es capaz de describir plenamente el olor del dormitorio de las regentas, ni la impresión que se tiene al ver asomar el cañón de una pistola por debajo del almohadón. Menos aún la importancia que tiene el silencio en un piso de aquellas características, máxime si eres tu el que te encuentras encerrado tras una puerta de acero y sin conocer nada de lo que está pasando fuera. ¡Así me vi yo aquel día!

Os decía también que explicaría los detalles de todo este desgraciado asunto, pues bien, ahora es el momento y puedo exponer los pormenores del encierro sin peligro alguno; me encuentro a más de 12.000 kilómetros de distancia de aquel lugar. Como sabéis todo terminó bien, aunque mi querida Francesca y Francesc dudaron de la veracidad de los hechos e hicieron pensar a los demás que todo era un "bulo". Dije que lo explicaría si salía con vida y está claro que sigo aquí con vosotros y dispongo de documentación para dejar las cosas claras aunque eso no es importante, lo realmente importante es lo que sentí en las horas de encierro...

La reclusión en la habitación de las orquídeas fue angustioso pues tenia el convencimiento de que aquella situación tenía todas las caras de un secuestro; ¡estaba prisionero! Las dos regentas del hotel habían marchado sin conocer el motivo y la puerta estaba cerrada con pestillos de alta seguridad.

Mientras pensaba como salir de aquella situación sin violencia, un frío intenso empezó a subir por los pies y me llenaba el cuerpo de sensaciones sombrías, como si yo fuera un recipiente vacío que se llena con agua de camposanto. Era una sensación que me bloqueaba lentamente y que se llegó a convertir en parálisis mental. La sensación se hizo más grave cuando aquel líquido “imaginario“ pasó físicamente el límite del corazón. Con claridad pensé que padecía otra crisis como la que tuve el año 2000, fue cuando soporté un infarto y días más tarde seis anginas de pecho. Entonces me encontraba arropado por la familia y por los cardiólogos del hospital de Estalla. En Vladivostok no pude evitar el temor a la soledad y a quedar perdido para siempre en un vertedero furtivo…

Os decía que mirarais con mucha atención la puerta de la casa y los detalles del lugar; en aquellos momentos en vosotros ponía toda la esperanza. Tenía confianza en vuestra ayuda y por ello ponía especial atención en los detalles que os enviaba: vuestro testimonio era salvador de mi memoria si no podía serlo de mi cuerpo.

Estaba claro que aquella era la cara B de aquel "nidito de amor"; en aquel momento era una prisión donde me encontraba recluido. Tras ver la pistola que vigilaba el lecho de Natacha, quizá la amenaza que aparecía por los resquicios de la cama de Irina, no pude evitar sentir el frío impacto de una bala en el pecho. Entonces me desplomé moralmente, con cierto desasosiego empecé a exclamar...

¡Triste situación la mía...!

Entonces me puse a dormir y quede fundido en un sueño de liberación. Mientras tanto, escribí de un tirón lo que sigue…

lunes, 29 de septiembre de 2014

Inspección en el hotel de Vladivostok



La inspección

Era preocupante pero todavía no había ocurrido nada remarcable, no había heridos, ni gritos, ni evidencias de nada, nada excepto que yo no podía salir del hotel y no sabía que iba a pasar después del encierro…
De todas maneras me hallaba sereno y había dormido bien, hasta tuve el humor de hacer fotografías de aquella situación. Puesto que estaba “prisionero” pensé que tenía que tomar datos de lo que había en aquel lugar. En aquel momento pensé que había pagado la habitación, 5500 rublos por tres días pero Natacha no me había hecho ningún recibo, por lo tanto no constaba en ningún lugar que yo estuviera hospedado allí. Nadie sabía de mi situación excepto los conocidos que pudieran enterarse por medio del móvil. La solución pues era dar a conocer mi posición y situación, esperar que las cosas se normalizaran y confiar en la providencia… estaba tranquilo… Os tenía a vosotros y envié un mensaje claro...

Si en dos días no he dado señales de vida; por favor, dar parte a la policía. Al KGB, A la Interpol o al que sea. Pero creo que esto va en serio…

Primero decidí tomar un zumo de guayaba que había en la nevera de las regentas. Después seguí haciendo fotos al dormitorio, la mesa, las sábanas revueltas y aquel caos inexplicable. Fue entonces cuando vi la pistola en un reflejo inesperado. La vi asomarse por un pliegue del almohadón y se me encogió el corazón; ¡fue un instante! Me asusté pero seguí la investigación: quise mirar entre sus cajones y curiosear sobre las fotografías de sus clientes y el rostro de los amantes. En la inspección iba haciendo fotografías de todo; del tipo de preservativos que hacían servir, de las fantasías de su ropa interior, de ellas con algunos clientes del local y de las familias respectivas; in extremis todo podía servir para mi defensa si llegaba el caso. Cuando tuve lista la documentación hice una carpeta con el nombre “ El rapto en Vladivostok” y la subí a Dropbox. Entonces pensé que la tecnología moderna es un instrumento eficaz para todo, inclusive para salir de un secuestro aunque sea muerto. Después de salvar la documentación empecé a pensar que todo aquello tenía una parte positiva; me ayudaba a conocer algunas reacciones de las personas y aclaraba como era yo en situaciones extremas... En aquel momento volví a pensar en la pistola…

⎯Fue entonces que escribí esta nota_

Han pasado tres horas y media y continuo en el encierro. No es grave pero de tanto en tanto aparece en mi retina un cañón de pistola, es oscuro y amenaza con presagios alarmantes. Un profundo pesar se está apoderando de mi y no sé como actuar, me estoy quedando sin reflejos y esa imagen se está haciendo obsesiva. Me encuentro indefenso y expectante, este es un territorio que desconozco y no se como tengo que proceder. Soy un extranjero en una escenario comprometido y es muy difícil que pueda justificar que no sabía nada, queda claro que esto no es un hotel y menos una habitación para el descanso…
No obstante la excitación e intranquilidad estaba sereno, me fui al baño e hice un autorretrato en el espejo; seguidamente os lo envié. Pensé que aquello tenía que tener un desenlace pacífico, para ello tenía que manejarme en la calma o podría terminar haciendo alguna locura.
Pensé que estaría un tiempo más a la espera y si no salía de aquella situación de incertidumbre empezaría a movilizar personas conocidas en Rusia, gentes que pudieran ayudarme y esclarecer los hechos.
El tiempo pasaba y nadie daba señales de vida, eso alimentaba el temor, aumentaba el cañón y la sombra de la pistola. En alguna ocasión pensé en apropiarme de ella pero desistí ya que no sabía si estaba cargada. Por otra parte no había disparado nunca un arma, nunca, excepto en el servicio militar que era un buen tirador de cetme…
Como he dicho habían pasado más de tres horas de encierro y aquello parecía eterno; nunca el tiempo se había estirado tanto para mi... Fue entonces cuando envié una nota a los amigos de Facebook y les explique la situación en que me encontraba; lo más grave estaba por venir…
Recordad que os presenté el cuadro de las orquídeas y os decía que se veían inocentes y ostentosas. Ellas, como yo, no sabían nada sobre el devenir y menos sobre como actúa la psique en situaciones de peligro. Os decía: qué premonitorias las tapas de alcantarillas que había fotografiado a lo largo del viaje, una de ellas tiene la red de Spiderman grabada y pensé que era una imagen premonitoria de lo que iba a sucederme.

domingo, 28 de septiembre de 2014

El secuestro

Irina. 

El secuestro
Durante el viaje a Siberia mi propósito ha sido conocer la morfología, las gentes, la historia y particularidades de la ciudad donde me encontraba. Así que en Vladivostok hice como siempre, tomar un autobús y hacer varios recorridos de extremo a extremo hasta mentalizarme de cómo es su rostro y donde están las cosas que hay que ver al margen de las recomendaciones para turistas.
La lluvia había cesado y salí confiado y equipado con la cámara Sony Nex 5n, una pequeña joya de la tecnología moderna que me permite trabajar en las condiciones más extremas. Estuve haciendo fotos en el puente que cruza la bahía, después me fui a comer y aproveché el momento para lavarme la cara con las aguas del pacífico, es un ritual que no me pierdo como tampoco el de beber agua de todos los manantiales que me encuentro. Cuando regresé al Tepemok ya eran las 15,30, Irina me abrió la puerta con una sonrisa esplendida y una flor prendida en el pelo. Me fui a mi dormitorio y sin pensar en nada me tumbé en la cama y me quedé mirando aquel espacio de cándidos y soñadores. Al rato sentí unos paso que se paraban justo en la puerta, note una leve llamada y después un largo sigilo en el aire. No dije nada, solo miraba la puerta ya que estaba cerrada sin llave, un minuto, dos… así hasta que unos pies desnudos se alejaron hasta perderse en el silencio. Pensé que me estaba obsesionando, que aquellos colores de champú y madreselvas, que aquello me producían alucinaciones y alimentaban fantasías neuróticas. Me puse a respirar tranquilo hasta relajarme y al instante quedé profundamente dormido. Cuando me desperté eran las 17,20 y me sorprendió el silencio, la  mudez absoluta de la casa. Fui al lavabo, me preparé para la marcha y les llamé para despedirme, quería salir a ver la zona que visitan los marineros.
¡Natacha, Irina!...
No me contestó nadie y volví a gritar sus nombres; la respuesta fue el más absoluto silencio. Entonces decidí marchar sin despedirme, intente abrir la puerta y comprobé que estaba encerrado con todas las llaves; el manojo de S. Pedro estaban activos en la puerta de salida. La examiné detenidamente y constaté que era de alta seguridad, cierre arriba, abajo y dos estradas al bastidor lateral. Comprobé la sujeción en los muros y me tranquilizó ver que una puerta de acero como aquella estaba recibida al muro con poliuretano expandido: con todo su poderío aquella puerta podía caerse con una dulce patada; eso me tranquilizó.  Pero estaba encerrado dentro del hotel y me resultaba violento hacer nada que fuera un despropósito. No quería precipitarme en soluciones drásticas y decidí esperar: sé que soy cobarde...
Al rato volví a gritar… ¡Natacha, Irina!... ¡Natacha, Irina!...

¡Nada! Grité más fuerte y nada, no había ni un alma en aquel “nido de ruiseñores.” Entonces empecé a pensar mal y tomé la iniciativa de inspeccionar la casa. Me colé furtivamente por las habitaciones de aquella extraña residencia y constaté que todas eran del mismo perfil que la mía y lo más extraño, todas estaban desocupadas. Entré en el dormitorio de las regentas y me sorprendió el contraste de su manera de vivir. El lecho que tenían era un colchón en el suelo, las mantas estaban revueltas y las sábanas arrugadas y sudadas, la mesa un embrollo de restos de comida y papeles sucios, la nevera hacía un ruido poco tranquilizador y el nocturno olor de sus cuerpos todavía divagaba por el aire. Su presencia física no había marchado, parecía que estaban allí y por ello decidí esperar acontecimientos...

sábado, 27 de septiembre de 2014

El rapto en Vladivostok




El rapto en Vladivostok
La búsqueda
Cuando llegué a Vladivostok acababa de amanecer, caía una lluvia fina, la niebla hacía el día triste y la ciudad estaba dormida. Al salir de la estación lo primero que encontré fue la escultura de Lenin y justo al lado un restaurante con forma de pirámide y grandes ventanales. Entré a almorzar y descubrí al momento que aquel sería mi centro de operaciones. Allí había todo lo que necesitaba: comida rusa, buen servicio, hablaban ingles, tenían enchufes de 220w y Wi-fi libre. Como ya tenía la reserva miré en el mapa mi situación y la del See you Hostel, busqué el lugar con Google-map, indagué con el GPS y pregunté a los camareros. Tuve la gran sorpresa de constatar que el hotel que buscaba estaba muy cerca: menos de 500 metros. 
Vladivostok esta situado en el fondo de una bahía y la zona donde almorzaba era justamente el núcleo de la ciudad antigua. La estación del tren había tomado posición en el centro de la ciudad y por tanto en el eje de las comunicaciones. Fui en busca del hotel, busqué la calle, el Nº, entré por aquellos patios interiores que son auténticos laberintos, ratoneras inventadas en la época comunista para atrapar a los más sagaces y no supe dar con él. Pregunté a los vecinos hasta cansarme y no conseguí encontrar el citado See you Hostel.
Ya apunto de desistir apareció una joven de buen aspecto, morena, delgadita y con apariencia de funcionaria. Al verme cargado con la mochila, con el móvil en la mano y preguntando a todo el que pasaba, me interpeló con algo que no entendí: fue entonces cuando le dije que necesitaba ayuda.
¿Can you help mi…? No me entendió e insistí… ¿Pouvez-vous aider? 
Con gestos, el mapa en el móvil y el lenguaje de los simios le aclaré el asunto de que no encontraba el Hostal y ella, muy amable, se ofreció a enseñarme otro muy cercano. A no más de doscientos metros entramos a un patio interior de aspecto lúgubre, realmente entrar allí era un viaje en el tiempo, el regreso al siglo XIX. Estaba lleno de coches aparcados en desorden, el suelo de hormigón mal distribuido, algunos muros derruidos y latas y botellas por el suelo. En la fachada frontal había una gestoría, justo al lado una pizzería Oky-Doky y en el centro un rotulo: Tepemok dentro del marco que dibuja un albergue de montaña... 
Ella entro decidida, subimos a la primera planta , llamó y salió una joven de unos 35 años. Se conocían y eso me tranquilizó ya que el aspecto de la entrada y escalera eran realmente deprimentes. Los buzones de correos estaban reventados, los cables de la luz quemados, los muros llenos de pintadas y hacía años que no se barría ni fregaba la escalera…
Natacha
La regenta se llama Natacha, es una mujer de rostro generoso, ojos grandes, rellenita, con buen aspecto aunque se acaba de levantar y no habla ni una palabra de otro idioma que no sea el ruso. Nada de nada, pero con una boca sensual y decidida articuló una cifra en el aire que quedó clarísima.
⎯5500 rublos tres noches. ⎯





La suite
Natacha me enseñó la habitación y quede asombrado por la escenografía y perplejo por encontrar una suite en aquella montaña de ruinas. Nada más abrir la puerta me deslumbró el tenue resplandor de lo que a todas luces era un lugar para practicar el sexo; nunca había visto nada igual. El lecho era inmenso, con un respaldo acolchado en blanco, voluminoso y blando; sobre él revoloteaban numerosos cojines y cabezales de varios tamaños. En los muros había dos espejos instalados y opuestos reproduciendo el centro de la escena. Estaban enfrentados para multiplicar al infinito lo que podía ocurrir en aquel espacio de sueños. Encima del espejo lucía un cuadro de orquídeas y a los pies de la cama dos butacones blancos y sedosos como la piel de armiño. En el centro una mesita con una caja de clínex. A los lados una lámpara en la mesilla de noche, en el rincón un jarrón con flores metálicas y para matizar la luz de la ventana dos capas de cortinas de translucidez desigual.
Todo el decorado era pop y pretencioso (apología de la mentira, diría mi instinto), ese kitsch ruso que aparece por todas partes y destila una sensualidad de almanaque. La cama era de 170 cm. de ancho, el colchón duro y las sabanas de seda aparente. El cubrecama acolchado formaba una textura diminuta y su resbalosa superficie producía la sensación de que era la piel de un pez abisal. Todo el color conjugaba una situación irreal, un espacio de apariciones o de realidades exóticas. El matiz que desprendía el aire era más fuerte que las cortinas y el cubrecama; ¡todo teñido de color salmón violáceo y multitud de detalles que a todas luces eran inapropiados para una habitación de Hostal.
La verdad, quede perplejo: me pareció raro encontrar aquel espacio en el centro e la ciudad, se hizo sospechoso las pocas habilidades lingüísticas de la regenta y deduje por el decorado y el precio que aquello era un “nidito de amor para desheredados”. Pensé con rapidez y zanjé el asunto al instante: aquel lugar era el digno final de un viaje que había sido agitado, estresante y agotador... Pagué los 5500 rublos y decidí darme una ducha para quitarme el sebo de una noche en tren. Natacha me dió toallas de algodón grandes i sedosas y sin más preámbulos ni pensamientos sospechosos me sumergí en el “agua limpia de los manantiales del Pacífico...”
Mientras me bañaba pensé que aquello era un “picadero”, una suite de fantasía para las parejas de amantes que no tienen donde ir. Mirando el lado bueno, para mi era el premio pírrico del final del viaje y también una excusa para contar este relato con alguna invención picante: ¡no sabía muy bien lo que me esperaba!
En el trayecto había dormido en trenes de 1ª, de 2ª y de 3ª clase, en tugurios inesperados y en alguna habitación cómoda, limpia, pero modesta. En realidad si no estaba inquieto era porque el aspecto interior de los hostales que había visitado eran familiares, silenciosos y limpios: nada que ver con la imagen que tenían los accesos, por ello no me sorprendió mucho la entrada del Tepemok.
Al salir del baño Natacha me dijo que estaba allí las 24 horas y seguidamente me dio el Nº de seguridad de la puerta principal y su teléfono particular; por si necesitaba ayuda de algún tipo, -me dijo...- Quise volver a la habitación y me cogió la mano para impedirlo: poco a poco fui estirando la situación hasta que llegué a la “suite” y la puerta se cerró sola; ¡fue sorprendente lo del automatismo! A los pocos minutos llamaron a la puerta: ella seguía cogida a mi mano y miraba el cielo más allá del techo, pienso que como una beata mira a Dios. Con la otra mano abrió mecánicamente la puerta y entonces me miró a los ojos y vi en ellos una sombra de turbación. Sin decir nada entró la mujer que iba a causar el mayor desasosiego del viaje y la que pudo crear un conflicto de niveles incalculables. Ella fue por unas horas una angustia sin consuelo. Me la presentó y me pareció que las dos tenían una sonrisa cómplice en la comisura de los labios…
⎯Esta es Irina, mi compañera.⎯
Irina es morena, guapa, algo más delgada, va desnuda debajo del albornoz y se le ve inquieta; nos saludamos y me dijo que aquella tarde ella estaría de guardia, si quería podíamos hablar un rato y le explicaría el viaje por Rusia. Cuando salió de la habitación giró la cabeza y me regaló una mirada cómplice. En aquel momento no lo entendí: yo que había atravesado Siberia a la edad de 66 años, sin hablar una palabra de ruso y cargado de pastillas para el corazón, sigo sin comprender los vertiginosos signos del destino…  

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Los sueños en el transiberiano









 Los sueños

En el tren de Kazán estuve hablando con un mujik, un campesino de aquellos que abandonaron el campo y se marcharon a la fábrica para seguir el curso de los tiempos. Un hombre fuerte con ojos mongoles y cabeza enorme. En su día lo presente´ como Baba, un compañero del tren, el que me dio un salmón ahumado. Su rostro era una máscara de tierra cocida y sus manos eran leños de piel de elefante. Cuando le dije que era de España me recordó de memoria todos los jugadores del Barça y del Madrid. Entonces le di un encendedor con el  escudo del Barça y los ojos le saltaron de alegría...
Posteriormente en Irkutsk paré ante un mostrador cargado de carne, una ternera partida por la mitad estaba descuartizada y aquello dio pié para empezar una conversación informal con la dependienta. El motivo estaba centrado en aquella masa sanguinolenta atravesada por huesos y mantos de grasa. Hablamos de todo con un lenguaje elemental y me dejó hacer fotos con ciertas reservas. Se llama Hanna y pasa el día detrás de un mostrador vendiendo chuletas de ternera y menudillos. Para soportar el tedio tiene un mundo construido lejos de allí, su pensamiento se pierde al otro lado de los Urales. Con todos sus sueños no me supo decir ninguna ciudad que centrara sus deseos, eso sí, su ilusión era ir un día a Europa… Al salir del mercado me encontré con tres jóvenes de Azerbaiyán, sus sueños no estaban hechos, cada uno se entregaba al devenir con los brazos abiertos, no obstante se abrazaban entre ellos y reían despreocupados de todo...
En Ulan Ude estuve con un Camionero, esos hombres robustos que atraviesan Siberia bajo temperaturas insoportables. Advertí como llevaba el camión y le hice fotos de cómo hacía una maniobra imposible. En un espacio reducido encajó un vehículo de grandes proporciones sin un error en todos los movimientos. Con aquella máquina preciosa atravesaba Siberia durante todo el año y según decía él, aquella era su casa. El camión disponía de todo, dormitorio, nevera, aire acondicionado, música de calidad y aparato de radio para transmisiones con la compañía.
Aquella mañana, mientras paseaba por una calle de Ulan Ude, me vino frontalmente un hombre de unos ochenta años bien llevados, bien vestido, perfumado y peinado con un traje clásico, una corbata atrevida y el pecho cargado de medallas. Me quedé mirándole a los ojos y el me sonrió. Le pedí hacerle una foto y se prestó a ello. Le pregunté el origen de los galardones y me contestó:
- Te invito a un café-
Con un ruso impecable que no entendí ni una palabra, pero con gestos expresivos que entendí perfectamente, me dijo que él fue el chofer del Mariscal Zhucov en el cerco de Leningrado… (Esto ya lo expliqué en la entrada sobre el Mariscal). Sus sueños estaban cumplidos…
Días más tarde, ya en Chitá, estuve con un eclesiástico, hablamos del sentimiento religioso y de la nueva espiritualidad rusa. Era un hombre amable, muy puesto en temas europeos y en su extenso imaginario mantenía la ilusión de ir un día a Roma. Cuando le pedí para hacerle una foto me dijo que sí pero de espaldas; fue una situación violenta y me pareció indecoroso por mi parte… todavía me siento arrepentido.
En el tren, ya en dirección a Habarostk, estuve hablando con toda una familia. Uno de ellos, el de los dientes de oro, se llama Art-de-lo y trabaja en los campos petrolíferos de Tyumen pero nació y vive en Habarostk; eso me ha dicho él. Es un hombre afable, cariñoso con los compañeros y se bebe los vasos de Vodka igual que si fueran de agua. Le pido hacerle una foto y accede sin problemas, le pregunto por los dientes y me cuenta la historia completa. Según dijo, tuvo una disputa con su padre por problemas de herencia y este le amenazó con desheredarlo si no dejaba la bebida. Él le replicó que no quería nada, sólo un anillo de su abuelo que ya se lo tenía que haber dado. Su padre le dijo:
-Si te lo doy te lo beberás.-
Él le contestó que no, que lo guardaría para siempre  y con el anillo se hizo hacer las coronas de todos los dientes. Entonces se puso a reír con algazara…
- ¡No me los bebí pero en realidad me los estoy comiendo!-
Posteriormente, ya en Vladivostok, me encontré con Zenaida, la vendedora de ropa para mujeres, era una gran comunicadora y sus sueños se quedaban allí, buscando marido, hacer dinero y después ya habría tiempo para pensar otras cosas…
Con el grupo de “las guapas de Vladivostok estuve muy poco rato, lo suficiente como para que me explicaran la obra de teatro que iban a ver y yo les pidiera para hacerles una fotos; se violentaron con la petición y no pude averiguar cuales eran sus sueños…