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martes, 16 de septiembre de 2014

El retorno de la fe en Rusia





La fe: señuelos del poder.
En ocasiones nos vemos avocados a la frialdad de los hechos y sin darnos cuenta nos hacemos descreídos, “impíos e irreverentes”. La fe huye de nosotros porque ya no forma parte de nuestra realidad, su lugar ha quedado ocupado por razones más “convincentes” o bien sencillamente nos hemos cansado de los mismos sermones. En ocasiones nos hastía vivir en la mentira, la falsedad consciente y nos revelamos contra nosotros mismos. En otras constatamos como la misma institución religiosa se ha convertido en un puro instrumento de poder y muchas veces en un propagador de invenciones y depravaciones; la perversidad humana no queda fuera de nada, tampoco de la religión.
Las escaleras del poder insinúan que la obediencia lleva siempre a las alcobas del cielo; ¡así ha sido! El comunismo puso en las manos de los trabajadores la hoz y el martillo como atributos de sustitución, redención y sumisión. Una vez sacralizados los símbolos, glorificadas las clases populares en el panteón de las apariencias, el partido los envió a las minas, a la industria y a roturar los campos como estuvieron siempre; qué se creían, que les iba a caer el maná del cielo?
Entre la verdad y la mentira se encuentra oculta un arma poderosa, un poder que se sustenta con sutiles juegos simbólicos. Se apoya entre los sentimientos de pertenencia, de camaradería, de lealtades y se acrecienta con la germinación de más mentiras; es un juego fatídico al que se entra sin darse uno cuenta… Esta circunstancia es la base de todas las relaciones humanas. La conquista del poder, de todo poder por insignificante que sea, opera sobre los sentimientos de las gentes. Ellos delegan su voluntad y con su espíritu doblegado en las manos del “Señor”, el partido, la causa, la idea… se convierte en un instrumento poderoso. La mejor maniobra manipuladora se da cuando las clases populares se creen que son ellos los protagonistas de la historia, los héroes del momento. Los artífices de la estética transformadora del alma hace tiempo que están operando y son ellos los que fabrican las tuercas y tornillos de una verdad superior; “dicen que trata de la justicia del cielo”. Así se rompen las molduras legales y se entra en una dinámica en que todo se justifica en el nuevo marco, el de la revolución. Hasta los crímenes más abyectos quedan perdonados si están motivados por una causa sagrada… ¡Lamentablemente ahora los vemos cada día!
La religión es un instrumento del poder, como la escuela, la información, las leyes, el ejército, la historia, el arte… Todo opera sobre la base de una necesidad humana; la de religarse con el mundo y sentirse parte integrada de los enigmas del cielo. El poder instrumentaliza esta necesidad para “socializar” al individuo y someterlo a su voluntad. Esta es la función de toda institución y no hay más verdad que la del triunfador… Pero nada hay que cien años dure y el poder también tiene los días contados y los pies de barro. El edificio de las ideas se sustenta en una época, en una circunstancia que en poco tiempo se hace terminal, la nueva circunstancia la delata como mentira y fenece. Cuando eso sucede, cuando la obra teatral se desmorona no hay manera de apoyarla. Las ideas políticas, las religiones, los sentimientos gregarios también son líquidos y se disuelven en poco tiempo… quien iba a decir que el robusto edificio del comunismo se precipitaría tan fácilmente y que los símbolos que tenían sentido para el pueblo ahora son ornamentos vacíos.
Dicho esto tengo que remarcar que aquellos símbolos y practicas religiosas que estuvieron prohibidas, ahora vuelven a estar en el pensamiento de las gentes... El acercamiento a la fe está cobrando importancia en la vida cotidiana de Rusia. Los templos se han reconstruido y suelen ser edificios que configuran identidad y cohesión cultural. Los iconos hurgan en sentimientos dormidos durante 70 años y han vuelto a ser imágenes que conmueven a las gentes, también a los jóvenes. El acercamiento a la iglesia es una practica habitual, se ve movimiento todas las horas del día y el ritual hay que entenderlo como una celebración colectiva. 

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