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martes, 26 de agosto de 2014

El sueño de Tyumen

 Sede del gobierno de Tyumen
 Estación del transiberiano
 Fábrica a las orillas del río Turá
 Pasarela peatonal en el río Turá
Arreglos en las orillas del río Turá

El sueño de Tyumen
Estaba cansado y me tumbé sobre la hierba a las orillas del río Turá. Me dispuse a dormir pensando en lo perdurables que son los rayos del sol y en lo livianas que suelen ser las sombras. Al instante quedé dormido, entregado a todos los tiempos, rendido, fundido a la tierra y su memoria.
Entre sueños aparecieron los guerreros de Gengis Kan, una turba interminable me pasó por encima, marchaban amontonados, aullando como lobos conocidos y enlazando gritos de guerra con promesas de amor. Con los brazos en alto invocaban a dioses familiares y pedían las libertades que también son mías. Los “diez mil al galope”, así les llamaron los mongoles, talmucos y turcos… Todos me pasaron por encima y nublaron mi pensamiento en un instante…
A la vez, o quizá antes, posiblemente después, soñé como los cosacos instalaron allí un fuerte. Encima de la ciudad de Gengis lo instalaron; ¡era el lugar exacto! Empezaron a tirar lo que habían hecho "los mil" y a construir una muralla de rocas, un baluarte asentado para vigilar el paso hacia oriente... y allí se quedaron. Entre aquel ajetreo vi pasar a muchos prohombres, todos escribían su nombre entre las piedras, lo hacían para perpetuarse en aquel lugar de ensueño. Entre ellos observé con toda claridad a Yermak Timoféyevich, el que puso la primera piedra de aquella defensa invisible, el que hizo posible que Tyumen disponga hoy de un lecho de hierba para mis sueños.
No escribí mi nombre en una piedra, lo quise hacer sobre la superficie del agua y allí quedó memorizado para siempre.

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