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martes, 12 de agosto de 2014

Ekaterinburgo




Ekaterinburgo
El paisaje a cambiado, casi no lo hemos notado pero estamos al otro lado de los Urales; es decir, en Asia. La distancia con Moscú es de 1800 kilómetros y el cambio de horario es de dos horas, el clima es más frío y húmedo y las gentes más tranquilas. El día aparece nublado, con nieblas bajas y alguna llovizna. La ciudad es elegante, bien cuidada y de unas dimensiones abarcables; 1.500.000 H. En esta ciudad el aspecto burgués ya nació con la realización de sus cimientos, la casa de aspecto modernista blanca y azul y con arquería “gótica” fue un referente de clase desde el comienzo y ese espíritu permanece en el trato con las gentes. Aquí se encuentran una de las universidades de mayor prestigio de Rusia, tiene buenas cafeterías y teatros, como el Teatro Nacional de Ópera y Ballet, edificio de estilo barroco que le da cierto brillo y glamour.
La ciudad dispone de espacios de recreo por todas partes, lugares donde la naturaleza es su mayor tesoro, a destacar el dique sobre el Río Iset, obra construida en el siglo XVIII. El agua hace una invitación al encuentro y al artificio; todo lo que vemos en este perfil idílico es construido por la mano del hombre.
El dique se tuvo que hacer cuando se instaló la industria metalúrgica en la zona y es la que después ha dado paso a los astilleros donde se construyen maquinaria pesada, barcos y material de guerra. En Ekaterimburgo se encuentra un rascacielos de 188 metros de altura, una línea de metro futurista, tiene el perfil de una ciudad moderna y no faltan barrios obreros de los que no cabe destacar nada que no sea hormigón y “pésima arquitectura”…
Ante este espejo calmado y próspero también se reflejan sombras tenebrosas. La catedral que vemos es de reciente construcción, antes era una tienda en cuyo sótano se eliminó a la familia Romanov, los zares de Rusia. Tambien aquí se creó la gran industria de guerra que dio a Stalin la victoria sobre Hitler.
Hay abundantes espacios verdes; pasear sin prisa por el bosque Shartáshki es una invitación al silencio. En sus calles te puedes encontrar algunas obras de interés, una de ellas es una escultura singular, se trata de un pedestal de bronce en el que se apoyan las huellas de los pies de “El hombre invisible…”

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