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sábado, 4 de octubre de 2014

Pienso: estoy vivo


Pienso: estoy vivo
Mientras ellos hablaban o discutían yo me puse a valorar la situación presente y observar la rapidez de los sucesos. Valoraba el rostro irreversible de los hechos: la dirección y la flecha del tiempo. Entonces les hice la foto que acompaña el texto y pensé que nunca más pasaría por aquel instante; la imagen sería el único testimonio. Constaté como en cada uno de nuestros movimientos los destinos se alabean y desvían, las contingencias se tuercen y quiebran y la bitácora de nuestro viaje toma notas de rumbos diferentes… Una cadena de coincidencias nos unen y separan, los enlaces y desconexiones hacen que el devenir sea un río de acontecimientos abiertos, sorprendentes, misteriosos e incontrolables.
Me preguntaba, porqué Natacha no se dio a conocer al ver mi pasaporte y comprobar que era español, porqué Irina no llamó más fuete y salvó la vida hablando conmigo, porqué yo no abrí la puerta y me dejé llevar por los nuevos acontecimientos. Pienso que quizá pude haber liberado los impulsos del deseo y no reprimirlos sin pensar.
¿Fue un acto reflejo, una evasiva a encontrarme con el otro?
En ocasiones hay que preguntarse: cómo es que el devenir se abre paso de manera tan grácil, tan cómoda e inesperada. Cómo es que todos nuestros esfuerzos no sirven de nada para orientar los hechos adversos y sufrimos estos castigos, estos zarpazos tan nefastos. ¿Qué es lo que hizo que aquel hecho trágico tuviera preferencia sobre otros posibles?
Porqué no podemos gobernar el presente y valorar las variables si ahí, en la marmita de los cambios están reunidas todas las piezas del devenir… Entonces vi como todos los sucesos son siempre potenciales en la vasija de los limbos: nada y todo esta escrito en su rostro. Cuando se activan sus potenciales, delicados movimientos llegan a crear efectos catastróficos …
Qué grande y enigmático es el teatro del mundo y qué sorpresas nos depara la vida. Qué frágiles somos cuando nos vemos sometidos a tantas “realidades volubles”, a tantas demandas y predicciones.
Pienso… ¿Es esta la fuente de Castalia, la que refresca los deseos y nos estimula a continuar vivos? ¿Son las incógnitas del devenir las que gestionan la necesidad de asombrarnos?
Buscamos incansablemente el jardín perdido y a cambio encontramos el camino sazonado de misterio. En el trayecto vivimos secuencias amables, felices, trágicas y dolorosas: algunas son temidas, otras son anheladas y pocas son previsibles.
En cada situación actuamos según dicta un “figurante agazapado que llevamos dentro,” el que emerge instantáneo de las sombras de la mente. Él esta sentado en el “limbo” y desde esa vetusta atalaya lleva el control de la mayoría de las decisiones que tomamos: él lleva el control. Actúa como alguien ajeno, pero en realidad somos nosotros en el complejo ámbito del ser. Si lo entendemos así, si aceptamos que la mente es un enigma en sí mismo, no pesan las ambigüedades y seguimos adelante. Si aceptamos que él es el que gobierna nuestras acciones, que la conciencia es un vestido superficial de una realidad oculta, vemos que no hay equívocos y seguimos adelante.

La realidad es una construcción de pensamientos encadenados…

Lo que acontece en la mente está sometido a leyes universales, a casuísticas azarosas, a caprichos fisicoquímicos que por el momento nos resultan incomprensibles e incontrolables. Entre la sombra y la luz del sistema límbico aparece lo que somos y en el tejido de esa área de creación, de “realidades dibujadas por la psique”, se agitan los saberes mecánicos, intuitivos, inconscientes. Es ahí donde se toman las decisiones y se gobierna el precioso laberinto de la mente. He dicho bien, laberinto de sucesos neuronales y caminos que se tejen y deshilan entre sinapsis. Estos cruces imperceptibles son los que me llevaron a guardar silencio ante la llamada de Irina, los mismos que indujeron a Natacha a ocultarse detrás de la lengua rusa y a Serguey a mantenerse agazapado entre el juego con la pistola. Siempre son los mismos y ahora me llevan a escribir por los tortuosos caminos del lenguaje. Nada más irreal que el juego de las palabras, en cambio son ellas las que hago servir aquí para intentar entender la “invisible trama de la realidad”. Apoyada con fotografías, deseo narrar unos hechos dramáticos, describirlos con palabras a sabiendas de que son torpes y no descubrirán nunca la trama de la obra.
La realidad ahora es literaria, lo que tenemos delante de todo lo sucedido son palabras, Irina ya debe ser un banquete sazonado para millones de seres diminutos… nada más que eso. Esta reflexión no aporta gran cosa pero va dedicada a mi querida Francesca. La tengo desconcertada, preocupada y confusa: ya no puede distinguir que es cierto y que es fantasía…
¿Y quién lo sabe…?
¿No vivimos todos cabalgando quimeras de cien cabezas…?
¿No estamos todos jugando con pasiones irracionales, “realidades” nacidas y aumentadas en la mente hasta extremos delirantes…?
La razón cuenta poco y cuando toma decisiones suele equivocarse en los efectos futuros. Se dice que “el ser se revela cuando toma conciencia de si mismo”, pero no estoy totalmente de acuerdo con esta definición. El ser emerge de los procesos mentales y el mecanismo psíquico, el saber inconsciente, los procesos mecánicos y las actuaciones zombis configuran el 90 % de la actividad mental: eso también son partes indivisibles del ser.

La razón escrita verbalizada lo pensado: con grandes esfuerzos de concentración intentamos ser el testimonio de lo acontecido. Si es así sobreactuamos e interpretamos ya que podemos relatar los sucesos y darles estatuto permanente. Igual que la fotografía intenta presentar la “realidad histórica” pero se queda en el plano de la representación. Siempre alineamos los hechos de manera que aquello sucedido aparezca como algo coherente, real y extraordinario, de esta manera creemos tener la certeza y proclamamos la obra como el testimonio de la verdad...
Desde la “mente enigmática” tomamos medidas sin pensarlas, así es siempre y en muchos casos determinan el futuro. Son decisiones complejas donde hay que valorar millones de causas en un instante, factores que la conciencia no puede computar en el momento. El inconsciente lo ha venido haciendo durante miles de años y por ello en él confiamos plenamente. Nunca estamos solos, serenos, lúcidos y capaces para actuar con rapidez y controlar el proceso. En cambio la intuición si, a ella le damos el control espontáneo, confiamos en las llamadas del corazón más que en la razón. Esta es insuficiente, más lenta y de ninguna de las maneras es más eficaz en los controles del devenir. La conciencia no suele mediar en los asuntos determinantes, son asuntos demasiado importantes como para que “el ser” lo deje en sus manos.

Siempre deseamos eliminar la incertidumbre aunque sea con una solución catastrófica. Anhelamos la huida del hastío con pasiones irracionales, de la misma manera que con las fobias rechazamos las tenazas del miedo. Nos gobierna el deseo incumplido, los sueños deshilvanados, las necesidades de asombro, la espera del reconocimiento, el posible encuentro con el amor…

Estamos sedientos de esperanza y buscamos motivos para alimentar el alma: siempre expectantes y alertados ante las vibraciones del mundo. Husmeamos entre los requiebros del aire para tener noticias de lo desconocido y oteamos los paisajes internos para movernos por ese camino misterioso que irremediablemente nos dibuja el destino. Esos parámetros del camino son permanentes, son parte de un proyecto invisible que nos conduce a buscar sin pensar, a dibujarnos sobre el barro y “encontrar” los momentos que nos justifican.

Mientas pensaba y deambulaba por estas cuestiones, Serguei se acercó resolutivo: con pasos decididos y con lagrimas en los ojos me dijo...
⎯ это ваша вина. ⎯

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